martes, 11 de octubre de 2011

Las bodas de Fígaro en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. Ciclo Mozart II


Cuando asistimos a una representación de ópera o de cualquier otro género musical o teatral y descubrimos la genialidad de la obra en si misma, cuando no reparamos tanto en la intervención individual de los distintos elementos como en la valoración de conjunto, cuando la obra sobrevuela nuestras cabezas y nos hace volar a nosotros también, cuando el mundo que nos propone a pesar de su artífico nos seduce y nos absorbe, cuando todo esto sucede, la calidad de la representación ha sido tan alta que lo que brilla con luz propia no es tal o cual elemento sino la obra maestra, la creación abstracta que como cúmulo de signos geniales expuestos sobre el papel, adquieren todo su sentido cuando son llevados a la vida.

No es que todo resultase perfecto, pero algo así ocurrió el pasado sábado 2 de octubre en el Teatro de la Maestranza, en la puesta en escena de la ópera “Las Bodas de Fígaro”, que la representación hizo honor a dos genios, Wolfgan Amadeus Mozart y Lorenzo Da Ponte, autores de la música y el libreto respectivamente de esta obra genial. Se puso de manifiesto la perfecta estructura de esta ópera bufa, en la que todo encaja con precisión suiza y en la que la música no es un mero acompañamiento de los números cantados sino que está unida al texto de tal forma que es totalmente inseparable de este.

La música de una belleza incomparable, llena de sutilezas, estuvo  expuesta por una Orquesta Sinfónica de Sevilla con un sonido muy mozartiano  en la que se han aligerado texturas en aras de una mayor transparencia y claridad instrumental, donde se realza el protagonismo del viento madera, pero sin prescindir de sentido dramático, gran labor, por tanto, de su director Pedro Halffter. Las voces bien en general con las destacadas aportaciones de la condesa por Yolanda Auyanet y Don Bartolo por Carlos Chausson.





La hermosa escenografía de época de José Luis de Castro enriqueció el sentido de la obra en la que se daba a Cherubino un protagonismo especial, convirtiéndose este en el personaje sobre el que pivota la acción. Un aspecto muy sugerente fue el que este personaje portara al final de la representación una lámpara que encendió él mismo, como alegoría al momento histórico en el que se desarrolla la obra, inmersa en la época pre-revolucionaria, la luz como símbolo de la razón y de la ilustración. No hay que olvidar que la obra sobre la que se basa esta ópera estuvo prohibida por la equiparación que en todo momento se produce entre el siervo y el señor, es decir, entre Fígaro y el Conde de Almaviva, rompiendo la jerarquía de las clases sociales, detonante de la revolución francesa. 

Una magnífica versión discográfica de esta ópera es la de los English Baroque Soloists, orquesta de instrumetos originales, dirigidos  por John Eliot Gardiner, registrada en vivo con todo el encanto de una representación en directo, en la que se siente el aliento del público y toda la emoción del momento.

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