Gustav Mahler, nacido en Kaliště, actualmente perteneciente a La República Checa en 1860 y muerto en
Viena en 1911, es uno de los compositores más interpretados y grabados en la
actualidad, el interés por este autor es creciente, cualquier orquesta
sinfónica que desee contrastar su calidad expondrá a Mahler como uno de sus
compositores de referencia. El interés del público ha ido en aumento desde los
años 60, cuando se produce un auténtico boom de su música, prueba de ello es
que se cuenta con más de dos mil discos dedicados a este autor, y esto a pesar
del escaso número de obras que compuso debido a que su principal dedicación era
la dirección de orquesta y sólo dedicaba
los veranos a la composición.
La pregunta que cabe hacerse es, como en el título
del último libro de Norman Lebrecht, “¿Por qué Mahler?”.
La respuesta podría estar en que no hay música que
haya conectado mejor con lo que son las inquietudes del ser humano, durante los
siglos XX y XXI, como lo hace la del autor bohemio. Sus sinfonías expresan como
ningunas otras, la multiplicidad de la conciencia y emociones humanas, sus
preocupaciones, sus anhelos, sus paranoias tal y como Mahler las vivió y las
plasmó en sus obras. Mahler refleja lo más profundo de su alma en sus
pentagramas, su sinceridad artística es impresionante. Si se quiere conocer lo
que pensó y sintió Mahler hay que escuchar su música, su biografía más
auténtica. El decía que su tiempo llegará, debido a que en su época era
incomprendido por la mayoría, y acertó de lleno, estamos en el auténtico tiempo
Mahler.
Mahler decía que una sinfonía debía contener el
mundo entero y por tanto todas sus posibilidades, todo su desorden y toda su
multiplicidad, así sus obras son cambiantes, complejas, extremas, pero de una
humanidad intensa.
Mahler es un compositor del siglo XX, por la
influencia que tuvo en compositores de esa centuria, es decir, expresa inquietudes
de este siglo, pero utilizando el lenguaje musical del siglo XIX, por esto su
música no suena a música de vanguardia, sino a una música asequible y tonal,
pero consiguiendo adentrarse en el subsuelo de la mente humana, aunque sin
utilizar lo que poco después fue de uso común, la atonalidad.
La cuarta sinfonía es su obra menos oscura y la más
popular. Fue estrenada en Munich en 1901 y terminada de componer en el verano
de 1900. El origen de la sinfonía en realidad es el final de la misma, el
cuarto movimiento, que incluye la voz de soprano en la descripción de “la vida
celestial”. Esta canción fue compuesta por Mahler en 1892, e incluso
interpretada en varias ocasiones. Es la visión del paraíso inspirada en las
canciones infantiles de las épocas de penurias, en las que se imagina un mundo celestial lleno de comida y golosinas. Aunque Mahler era judío, la idea cristiana
de la vida después de la muerte era muy cercana para él y está en
varias sinfonías, como la número 2, con el sobrenombre de “sinfonía Resurrección”.
Según François Renè Tranchefort, “La cuarta sinfonía
asocia la gracia de la expresión pastoral al vigor incisivo y a una cierta ambigüedad
de sentimientos….. Su idea es la infancia, bajo su aspecto más ingenuo y
singularmente perspicaz; y su progresión, la entrada en el Paraíso, entrevisto
en cada uno de los tres primeros movimientos y cantado en el último de una
manera muy concreta primero, con los pies en la tierra, para terminar teñido de
beatitud.”
Mahler , fue el segundo de catorce hermanos, de los
que murieron siete siendo niños, por lo que su relación con la infancia y con
la muerte fue muy fuerte desde pequeño.
La idea de
Mahler era incluir la canción para orquesta ”la vida celestial”, muy querida
para él, como final de la tercera sinfonía, pero tuvo que desechar esta idea
por varias razones, entre ellas la excesiva duración que alcanzaría esta
sinfonía, que sin este movimiento ya llegaba a los 100 minutos. Por lo que decidió que su siguiente sinfonía, la
cuarta, tuviese como último movimiento este lieder para orquesta componiendo los otros tres movimientos en consonancia con el final ya establecido
desde el principio. La obra es bastante clásica en su forma, los cuatro movimientos son:
- Bedächtig, nicht eilen (Prudente, no acelerado)
- In gemächlicher Bewegung, ohne Hast (Cómodamente impulsivo, sin
prisa.)
- Ruhevoll, poco adagio (Tranquilo, poco adagio)
- Sehr behaglich (Muy cómodo)
Su duración es de aproximadamente 50 minutos
Enlaces de interés:
Una muy buena versión de esta obra es la grabación de la Orquesta de la Radio Difusión Bávara, dirigida por Rafael Kubelick en Spotify.
La letra del último movimiento en su versión original en alemán y su traducción al castellano se puede encontrar en Kareol:
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