miércoles, 31 de agosto de 2011

Bayreuth V: Tristán e Isolda 2011

Por fin Tristán. Esta es la obra que se representa nuestro tercer y último día en el festival. Se produce en nosotros un sabor agridulce. Por una parte llega el momento de escuchar, en la verde colina, la obra que, en mi opinión, está en la cúspide del arte operístico de todos los tiempos, la obra de emociones más concentradas y de música más profunda de cuantas se puedan escuchar. Pero por otra parte somos conscientes de que el sueño de Bayreuth está a punto de acabar, de que todo lo que estamos viviendo formará parte de nuestros dulces recuerdos dentro de muy poco. Escribo esto unos días después de la representación, y llego a la conclusión de que ese sueño hecho realidad, y ahora convertido en recuerdo, deja un poso de vida y conocimiento, sin el cual no sería el que soy en este momento. Además después de haber estado allí, escuchar la música de Wagner en casa como he hecho siempre, me lleva de forma inconsciente a rememorar aquellos instantes y a vivir la música de Wagner de una forma más intensa si cabe.
Cuando comienza el preludio de Tristán con ese sonido tan profundo, denso y oscuro percibo algo de aceleración en el tempo, sin ensimismamiento, algo mecánico diría yo. La sonoridad de la orquesta mágica, como siempre, pero el sentido poético lejos de lo excelso. El solvente director Peter Schneider organiza la textura musical de manera soberbia, pero es algo frío en la expresión de las emociones, manteniendo éstas muy pegadas a la tierra, lejos de las metafísicas interpretaciones de los años cincuenta. En su haber habría que decir que el sentido teatral de la propuesta musical era soberbio. Algo después entendí el por qué de esta forma de enfocar el drama más impactante de Wagner: La propuesta musical era coherente con la propuesta escénica. Esta última estuvo lejos del ideal de esta ópera. Es bueno que haya propuestas novedosas y enfoques distintos  a los habituales para buscar el sentido ulterior de una obra maestra, pero cuando se va demasiado lejos, y lo que se hace es ir contra el sentido original, creo que estamos ante un fracaso.

La propuesta escénica podría no ser la ideal y tampoco llevar el drama hacia el lugar donde habitan los sueños. Por el contrario, se podría dar un drama de este calibre, como ocurre en la propuesta del escenógrafo Marthaler, en un transatlántico de principios del siglo XX, con todo el golpe de realidad que esto conlleva, en el que las tres estancias, que dan cobijo a los respectivos actos, van encajándose una encima de otra hasta conseguir que en el tercer acto, los dos actos anteriores queden encajados sobre este.

 En el primero, un salón del barco lleno de butacas, en una estética obsoleta y casposa, en el segundo lo que podría ser una gran sala de espera sin más mobiliario que dos asientos en el centro de la misma, y con toda la frialdad de las paredes desnudas, y un tercer acto que ocurre en una sala que podría ser de una enfermería en la que reposa Tristán sobre una cama con aspecto de potro de tortura. Todo esto podría no ser malo necesariamente teniendo en cuenta además que, al ir transcurriendo los distintos actos, los decorados de cada acto nuevo aparece en la parte baja del escenario, mientras que los anteriores ocupan el espacio medio y superior respectivamente, en el que el espacio está diáfano sin techo, apareciendo los restos de los actos anteriores solo en las pareces, como si quisiera indicarse el grado de profundización del drama hacia los lugares más recónditos y profundos, se supone que del alma, aunque aquí más bien hacia los lugares más cutres del barco.


Pero lo peor no fue esto, sino que los personajes en escena parecían más marionetas que otra cosa, donde Tristán e Isolda casi ni se tocan, como si de un drama doméstico estuviésemos hablando, donde Kurwenal en sus movimientos escénicos parece un patético personaje en el que sus gestos son ridículos y mecánicos y que cuando termina de cantar al igual que los demás personajes, se dirige muy despacio hacia la pared como si estuviese castigado, patético, donde el Rey Marke es simplemente un cornudo al que parecen importarle poco los escarceos amorosos de su mujer. Un Tristán, en definitiva lejos, muy lejos de ser interesante. En opinión de un entendido alemán con el que pudimos conversar, una representación aburrida.


Lo mejor de todo, además de gran calidad de la orquesta, fueros las dotes canoras de los cantantes pues las actorales no pudieron ser contrastadas debidamente al estar plegadas a esta absurda representación. La Isolda de Iréne Theorin espléndida, una voz portentosa y bella, con toda la energía interpretativa y musical  que requiere el personaje. El Tristán de Robert Dean Smith, de bella voz pero quizás algo escasa en algunos momentos, aunque muy valorable su actitud dramática durante toda la representación. El Kurwenal de Jukka Rasilainen de voz noble y poderosa pero desaprovechada por la pésima dirección de escena. El Rey Marke de Robert Holl de profundísima voz con perfecta emisión y en lo que la dirección escénica le permitió, muy expresivo.


El siguiente video nos da una muestra de esta producción:




martes, 30 de agosto de 2011

Audición: Concierto para violonchelo opus 104 de Antonin Dvorak

La obra fue compuesta por el compositor checo durante su estancia en America, es decir, durante uno de sus periodos más fructíferos. Fue estrenada en 1896, en el ocaso del periodo romántico. Es una de las obras más importantes de Dvorak, en la que se funden el aliento romántico, bellas melodías y la nostalgia por su tierra natal con unos momentos verdaderamente sublimes. Desde un gran virtuosismo a la mayor introspección. Los tres movientos son excepcionales, pero destacaría por su belleza el segundo. Recomiendo la versión de La Orquesta Sinfónica de Chicago dirigida por Barbirolli, y con la excepcional Jaquelin Du Pré al violonchelo. Es una versión antológica, de gran belleza y con unos interpretes en estado de gracia.

  Dvorak: Concierto para violonchelo opus 104

viernes, 19 de agosto de 2011

Bayreuth IV: Parsifal 2011

En nuestro segundo día de asistencia al festival se representa Parsifal. Si una representación en la colina verde es algo muy especial, cuando la obra es Parsifal estamos ante un verdadero acontecimiento. Fue la última creación de Wagner y por tanto su testamento artístico. Es la obra más enigmática y profunda de cuantas compuso nuestro genial autor y la única pensada desde su inicio para ser representada en Bayreuth, lo que hace más significativa aún su puesta en escena en este especial enclave.
El festival de Bayreuth fue inaugurado en 1876, y Parsifal estrenada en 1882 un año antes de la muerte de Wagner. En ella, después de toda una vida buscando el origen de la humanidad al margen de la religión, pensemos en su magna obra “El anillo del Nibelungo”, se adentra en el universo del Santo Grial de Jesucristo, uno de los motivos por los que Nietszche se distanció de él de forma definitiva.
Cuando Wagner concibió este teatro, pensó en un público que asiste a las representaciones después de aparcar los problemas de la vida cotidiana, que se aleja de los mismos desde que comienza a caminar hacia la sede del festival, que asiste de forma reverencial a una manifestación de arte supremo, más tarde  llamada obra de arte total, en una ciudad pequeña, sin más distracciones que sus propuestas artísticas. Pensó en un teatro carente de cualquier lujo superfluo, con un patio de butacas que ocupa la mayor parte de la sala dispuesto a modo de anfiteatro romano. Tanto es así que los asientos carecen de reposa brazos y están acolchados mínimamente. El respaldo es todavía más austero, de madera sin más, eso si, alquilan un cojín a la entrada para mitigar un poco estas incomodidades, pero lo cierto es que éstas pasan a un segundo plano, cuando lo que se está viviendo es un sueño tantas veces imaginado. Toda esta austeridad permanece desde su inauguración, no tanto por un motivo estético o accesorio, sino para que la acústica de la sala no se vea alterada según su concepción original.




Desde un punto de vista musical la representación fue modélica, salvo pequeños matices. La orquesta de sonido poderoso  y matizado, estuvo dirigida por un excepcional  Daniele Gatti que realizó una interpretación  profundamente expresiva y de gran carácter dramático. La especial acústica de este teatro se percibe desde que se escucha la primera nota. La música no se sabe muy bien de donde sale, el foso y la orquesta no se ven, están totalmente ocultos. Los músicos están debajo del escenario lo que permite que la orquesta suene robusta y poderosa pero sin tapar a los cantantes, cuyas voces adquieren un protagonismo inusitado en una obra de Wagner. El coro del Festspielhaus llegó a unas cotas de calidad difícilmente igualables, realmente fuera de lo común.
Valorados en su conjunto los cantantes (enlace) estuvieron a gran altura, entre lo bueno y lo excelente. Cuando se habla en la actualidad de la crisis de voces wagnerianas, es algo con lo que no estoy de acuerdo. Existen voces wagnerianas excelentes, que cantan de verdad y no gritan como muchos piensan, que transmiten la verdad de sus personajes. Si comparamos los cantantes actuales con otros de épocas pasadas, por supuesto que algunos de antes son referencias inalcanzables, pero en general creo que hoy en día Wagner se canta muy bien. Lo que sí es cierto es que los cantantes actuales tienen que competir, injustamente, con las grabaciones históricas de los grandes hitos de la historia del canto wagneriano, lo que les hace asumir un papel muy incomodo. Hoy día podemos escuchar, gracias a la técnica, lo mejor de todos los tiempos, con una magnifica calidad sonora, algo realmente fascinante, pero que también puede ser peligroso, pues estamos permanentemente comparando.
Destacaron en esta representación  el coreano Kwangchul Youn en el papel de Gurnemanz con voz aterciopelada y de gran nobleza, que aportó toda la humanidad que el personaje requiere y la mezzo americana Susan Maclean de poderosos y expresivos medios, y con una gran versatilidad dramática, muy bien en la consecución de los múltiples perfiles del personaje. Conviene recordar que el papel de Kundry es uno de los más complejos de la creación wagneriana, su antecedente en la historia original en la que se inspiró Wagner, en realidad estaba representada por dos personajes muy distintos entre si, y nuestro autor los sintetizó de forma magistral en este personaje. Tanto Kundry como Gurmenanz fueron los más aplaudidos de la noche, con pateos incluidos, reservados sólo para las interpretaciones de mayor altura. De un nivel notable fue la interpretación que hizo de Parsifal el tenor neozelandés Simón O`Neill, con el único pero de unos ciertos problemas en la emisión de la media voz, pero compensados con la gran expresividad del forte. El angustiado y sufriente Amfortas del alemán  Deflef Roth, estuvo dentro del buen tono general, el resto del reparto a gran nivel.



La representación en cuanto al aspecto escénico, cabe calificarla de excepcional. Es difícil ver tantos detalles significativos en una puesta en escena, tan llena de ideas, conceptos y referencias extra-musicales. Es imprescindible conocer al detalle la obra antes de asistir a una representación de este tipo, pues se corre el riesgo de perderse y desorientarse al confrontar ideas preconcebidas, con otras incluidas en la propuesta teatral. En representaciones de esta clase, la escena parece contar una historia totalmente distinta a la original, pero si la propuesta es coherente, pronto se empiezan a ver las relaciones, con lo que la obra original es realzada, potenciada y actualizada en sus significados.
Cuando el preludio comienza a sonar, se entra en un mundo estático, sugerente, como ajeno al paso del tiempo. A los pocos compases se alza el telón, y aparece una habitación de una mansión del siglo XIX, en la que una cama ocupa la posición central, sobre ella una mujer moribunda, con aspecto de estar poseída, como si su alma no tuviese reposo, reclamando la atención de su hijo, lo llama mediante movimientos estentóreos, poniéndose de pie en la cama, agitando convulsamente los brazos, pero el niño se resiste, debe sentir lo que siente el público, miedo. Finalmente consigue que se acerque, lo abraza, este consigue despegarse de ella y se va a jugar al jardín. Todo esto sin mediar palabra pues ocurre, mientras suena el impresionante preludio de la obra. El comienzo por tanto es desconcertante, y empiezan a surgir preguntas en la cabeza, ¿quién es este niño vestido de marinero?, ¿Y la mujer?. Como si de un leitmotiv se tratara esta mujer aparecerá en otros momentos de la historia, pero lo que se siente de entrada es una gran inquietud. Cuando comienza la acción propiamente dicha, la escena cambia, lo que ahora vemos es la casa de antes vista desde fuera, es decir, desde el jardín, además se cae en la cuenta de que esta casa es Wahnfried, la mansión de Wagner en Bayreuth, otra sugerencia que procesar. En el jardín tiene lugar la siguiente escena, parece que ha pasado algún tiempo, los caballeros del Grial con Gurnemanz a la cabeza, portan unas grandes alas a la espalda que podrían ser de ángeles. Kundry lleva una estética como de ama de llaves, otro guiño: parece el ama de llaves de la Rebecca de Hitchcock. No lleva alas, como los demás, hay algo de intrigante en ella. Cuando entra Parsifal en escena va vestido como el niño de la primera escena, de marinero. Representa al niño inocente, al “puro loco”, papel fundamental en la obra. Cuando el sufriente Amfortas, ataviado como un Cristo de nuestros días, al final del primer acto, oficia el sacramento de la comunión para los Caballeros del Santo Grial, estos son soldados del ejército alemán de la primera guerra mundial.  En estos momentos uno entiende que lo que nos intentan contar es la historia de Alemania desde finales del siglo XIX hacia adelante.

En el segundo acto, Klingsor, auto-castrado para alejar la tentación de la carne y poder entrar así en la orden de los Caballeros del Grial, es representado con estética de cabaret de los años veinte. De cintura para arriba hombre, de cintura para abajo mujer, con liguero y tacones incluidos. Porta además unas inquietantes alas negras a la espalda, al igual que Kundry, en clara alusión al águila del escudo de los Nazis. Las muchachas flor están representadas en la escena como enfermeras en un hospital para heridos de guerra, éstas, además de cuidar también seducen y fornican con los enfermos. De este mundo decadente se pasa posteriormente a la sociedad de los Nazis, la estética de la escena cambia completamente, aparecen las banderas del Tercer Reich con sus atemorizantes cruces gamadas. Pero todo este tenebroso y oscuro mundo es destruido por Parsifal, que en la obra original está designado para la salvación y curación de Amfortas  además de para hacerse cargo de la orden de los Caballeros del Grial. Es la clara alusión a la segunda guerra mundial y la caída del nazismo.



El tercer acto ocurre en las ruinas del anterior, más concretamente frente a la casa destruida del primer acto. Lo que en la obra original debía ser el encantamiento del Viernes  Santo en el que se da toda la potencia creadora de la naturaleza, aquí más bien asistimos a las ruinas del mundo, pero en el que todavía hay esperanza, la que encarna Parsifal. Es la pureza de Parsifal la que llevará a la salvación en la obra original, y en esta propuesta escénica a la salvación del mundo. En la siguiente escena, vemos un parlamento, los caballeros del Grial son políticos y Amfortas su fatigado y decadente líder. Lo que en el original es una exigencia de que Amfortas propicie la comunión, aquí es un parlamento inquieto que necesita que su jefe y líder les marque el camino, pero éste debido a sus  problemas, está totalmente imposibilitado para hacerlo. Es de nuevo “el puro loco” Parsifal el que aporta algo nuevo, el único capacitado para salvar a una sociedad que anhela más que nunca una moral y una espiritualidad que están postradas ante el reinante materialismo.

Toda esta complejidad escénica incluye además otros elementos para el análisis, por ejemplo, aparece de forma permanente en la escena, la tumba de Wagner así como el holograma de su cara surge en un momento puntual, haciendo a éste protagonista de la historia. También hay una clara referencia al muro de Berlín, el niño antes citado va poniendo sus ladrillos como si se tratara de un juego. En otro momento impactante de la representación, al final del tercer acto, un espejo gigante situado en el fondo de la escena hace que todo el público se vea reflejado en él, metiéndonos a todos dentro de la historia.

Después de asistir a una representación de este calado, se confirma la idea de cuán importante es el arte para conocer la existencia humana, tanto desde un punto de vista individual como colectivo. Esta obra está llena de referencias hacia la vida espiritual, donde la redención y el perdón juegan un papel protagonista, donde el dolor espiritual y la “herida” que como Amfortas, todo ser humano puede llevar dentro de si, condiciona los comportamientos y los actos, y como la liberación de este dolor es la única vía de superación personal y de anhelo de felicidad.
La puesta en escena además de esta búsqueda interior, inherente al planteamiento original de Wagner, enuncia un ambicioso programa de exploración en la conciencia e historia del pueblo alemán, en el que es fácil identificar su “herida” incurable, a lo largo de su reciente historia. De esta forma llegamos a pensar en la grandeza de la obra wagneriana, por su capacidad para sugerir y proponer nuevas lecturas a futuras generaciones, haciendo más amplia aún su vocación absoluta, permitiendo el acercamiento a un ideal abstracto del que manan las ideas del mundo, donde el arte propone un camino de búsqueda y exploración personal que nos convierte en mejores personas, donde la experiencia estética y la ética van de la mano.


En los siguientes videos se puede ver una muestra de esta producción de Parsifal, aunque los comentarios en alemán:




viernes, 5 de agosto de 2011

Audición: Parsifal. Las muchachas Flor (Wagner)

Es un bello fragmento de Parsifal , en el que las Muchachas Flor intentan seducir a Parsifal cuando entra en el territorio del malvado Klingsor.

Parsifal: Las muchachas flor

Es la versión de Sir George Solti dirigiendo a la Filarmónica de Viena

jueves, 4 de agosto de 2011

Bayreuth III: Lohengrin

La primera representación para la que disponíamos de entradas era Lohengrin, el 27 de julio. Las representaciones en el festival comienzan a las 4 de la tarde. Es recomendable llegar temprano, es decir salir a las 3 del hotel e ir caminando hasta el teatro, disfrutando del paseo y concentrándose en lo que está por venir. Llegamos sobre las 3:30, pero para nuestra sorpresa son muchas las personas que se encuentran ya en los alrededores del teatro esperando y disfrutando del momento. Excepto un rato por la mañana, el día está dedicado casi por completo a las representaciones. Hay un descanso entre cada acto de una hora, teniendo en cuenta que cada uno tiene una duración media de unos 90 minutos, significa que se dedican unas siete horas diarias al festival, pero se pasan casi sin darte cuenta. Se disfruta de cada momento antes, durante y después de las representaciones.
Cuando faltan 15 minutos para el comienzo de la ópera, desde un balcón del Teatro, un grupo de metales de la orquesta hace una llamada al público mediante una melodía que será escuchada en el acto siguiente. Se escucha una fanfarria 15 minutos antes del comienzo, dos fanfarrias 10 minutos antes y tres fanfarrias cuando faltan 5 minutos. Es costumbre acercarse para escuchar las fanfarrias antes de cada acto.


Una vez dentro del teatro, lo primero que sorprende desde el punto de vista musical es la magnífica sonoridad de la orquesta, nada parecido a lo escuchado antes en un teatro. Su sonido parte como desde las profundidades y adquiere un protagonismo exultante. La densidad orquestal es portentosa, ya desde el preludio inicial se percibía una gran transparencia en todas las secciones, es decir, un sonido robusto pero a la vez transparente. Lo que ocurre en otros teatros con bastante frecuencia cuando se escucha una obra de Wagner, y si el director no tiene un gran control de la dinámica orquestal, es que las voces son tapadas por la orquesta, aquí eso no ocurre jamás, tal es la acústica de la sala que las voces, a pesar de estar inmersas en este magma sonoro, suenan con total nitidez, escuchándose de ellas todos los matices. Se obtiene la tan anhelada por Wagner unión de orquesta y voz siendo ambas protagonistas indiscutibles. La dirección del Letón Andris Nelson, director de 33 años, de ascendente carrera y con una agenda de vértigo con las más importantes orquestas del continente, fue cuidadosa con el detalle e intensa en el aspecto teatral y dramático. Téngase en cuenta que la orquesta esta formada por una selección de los mejores músicos de las mejores orquestas europeas, por lo que los mimbres no pueden ser mejores. No hay que olvidar tampoco el concienzudo trabajo de preparación y ensayo de la orquesta desde el mes de abril.
El reparto de Lohengrin (enlace) fue muy compensado. La Ortrud de Petra Lang estuvo realmente bien. Una buena actriz con una extraordinaria y oscura voz muy apropiada para su papel, fue muy aplaudida. Su compañero de reparto Tómas Tómasson encarnando al malvado y algo manipulable Friedrich von Telramund estuvo también a la altura de las circunstancias, poderosa voz y buen interprete. El dúo que protagonizan en el principio del segundo acto fue de gran altura e intensidad. Los papeles del Rey, interpretado por Georg Zeppenfeld, y el Heraldo por Samuel Youn, fueron convincentes y de notables medios vocales, pero los que realmente se llevaron todas las ovaciones y pateos de la velada fueron los interpretes de Elsa y Lohengrin. El tenor Klaus Florian Vogt que interpretaba al protagonista de la ópera con una voz preciosa, de gran luminosidad, intensa y muy poderosa,hizo gala de una interpretación sobresaliente, parecía difícil hacer un Lohengrin tan convincente después de que el pasado 2010 triunfara en este mismo escenario y en este mismo papel de una forma tan unánime, el magnífico tenor Jonas Kaufmann, que pudimos ver en el Teatro de la Maestranza la pasada temporada interpretando el ciclo de Líder "La bella molinera" de Schubert.  Fue muy ovacionada también la soprano Annette Dasch que aportó una convincente visión de la ingenua Elsa, con una voz de gran belleza.
Respecto a la puesta en escena habría que hacer algunas matizaciones. Cuando se asiste a una representación en un Festival como el presente, hay que tener en cuenta que el público es un gran conocedor de las obras que se van a montar. No es baladí el hecho de que para conseguir entradas es necesario estar en una lista de espera de 10 años, es decir, el público sabe exactamente a lo que viene. Este hecho es aprovechado por los directores de escena que hacen propuestas como en el caso de Lohengrin, que no tienen en principio mucho que ver con lo que aparece en el argumento original de la ópera (enlace). Es como una historia paralela, en la que se usa la música, las voces, la interpretación de los cantantes actores,etc, para contar una historia a veces difícil de seguir, por lo que durante la representación se complica mucho la comprensión de la obra. En Lohengrin no se llegó a cotas demasiado altas de este hecho pero si que te descoloca al principio hasta que consigues darte cuenta de lo que intenta expresar el director de escena, por cierto en esta obra fueron abucheados los dos responsables de la parte escénica por una gran parte del público. Hicieron un uso muy directo de la luz, consiguiendo un sentido muy poco poético y si muy realista, que aportaba una cierta incomodidad. Pero no era esto lo más significativo, lo que realmente llegaba a generar cierta repulsa era que el pueblo de Brabante estaba formado por ratas, queriendo expresar la situación de baja moral y de indignidad de estas gentes por los acontecimientos que se cuentan en la obra. Las cosas se van comprendiendo cuando se entiende este punto y cuando al aparecer Lohengrin y convertirse en el lider de este pueblo, un líder lleno de grandes valores las ratas van perdiendo su forma para ir adoptando una forma más humana. Todo esto tiene posiblemente un gran significado con la situación de la sociedad actual.


Como la partitura no se puede tocar los escenógrafos hacen suso de todos los medios a su alcance para aportar una visión de la obra para el público contemporáneo, con lo que se produce una actualización de la obra. Claro que a veces esto se consigue y otras no. Yo creo que siempre que se potencie el mensaje de la obra o por lo menos no se vaya en contra del mismo, todo es plausible, pero no conviene forzar tanto que la cuerda se rompa. Dicho todo esto vi interesante la propuesta escénica, aunque siento una gran predilección por la propuestas sugerentes y poéticas, sobre todo en obras como esta, con grandes dosis de cuento romántico lleno de significados.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Bayreuth II

Cuando llegas al lugar que has soñado tantas veces, temes que la realidad acabe siendo inferior y tu sueño se desvanezca para siempre. Cuando llegas a la estación y ves en el cartel de la misma la información para los viajeros, indicando que has llegado a la ciudad de Bayreuth, sientes cierta perplejidad al comprobar que la ciudad anhelada y tantas veces leída existe de verdad. Casi como cuando en el Google maps pones su nombre y queda localizada al instante. Llegar al hotel, tomar algo y poco después dirigirse a comprobar la localización del Teatro al que asistiremos al día siguiente es todo uno. El paseo va mostrando desde el principio el objetivo a alcanzar pues su ubicación es en lo alto de una colina que se observa desde muy lejos. La silueta del Festspielhaus sobresale de la vegetación muy fuerte en esta zona.


 Conforme te acercas vas percibiendo signos inequívocos, vamos por buen camino.



La emoción aumenta, sientes que el paseo va a merecer la pena. La distancia desde el centro de Bayreuth al teatro es de dimensiones muy humanas. Como de otra época, lejos de las enormes distancias de la gran ciudad, cuando caminando y caminando parece que apenas avanzas. La ubicación del Teatro es perfecta para dirigirse hacia él a pie.


La pendiente es muy suave y la vista sugerente. Es un acercamiento al arte y a la naturaleza, como si todo permaneciera como siempre, excepto por algunos coches que circulan por la carretera, todo es como de otra època. Llegados a un punto el tráfico rodado está restringido.


En la cercanía del teatro vemos el público que está en un descanso. Hoy es 26 de julio de 2011 y se representan "Los Maestros Cantores de Nuremberg". Al finalizar cada acto los asistentes pueden pasear por los jardines que rodean al edificio o reponer fuerzas en el restaurante anexo al teatro.


Por el momento, hemos llegado a nuestro destino, a más de 3000 kilometros. Mañana disfrutaremos de un Lohengrin extraordinario. Será el tema de la próxima entrada.

lunes, 1 de agosto de 2011

Bayreuth I

En el último tercio del siglo XIX, Richard Wagner uno de los músicos más influyentes de la historia de la música, si no el que más, consiguió realizar su sueño: Tener un teatro en el que poder representar en condiciones ideales sus óperas y dramas musicales. Su idea era crear un festival consagrado en exclusiva a sus obras. Con la financiación de su gran admirador el Rey Luis II de Baviera, se llevó a cabo la extraordinaria empresa de construir un teatro con las características necesarias para las representaciones de las óperas de Wagner. El lugar elegido para su ubicación fue la ciudad alemana de Bayreuth, en la llamada colina verde. Un lugar rodeado de vegetación, alejado unos 20 minutos a pie del centro de la ciudad, un paseo que permite alejarse del mundo real para adentrarse y prepararse espiritualmente para el goce estético que suponen sus enormes creaciones.


Teatro de los Festivales de Bayreuth

 En esta misma ciudad, en el centro concretamente, se ubica también la casa del compositor llamada "Wahnfried" en la que pudo vivir en paz rodeado de su familia la última etapa de su vida, después de lo muy ajetreada que fue ésta. En la actualidad es la sede del Museo de Wagner y se  encuentra en restauración de cara al segundo centenario del nacimiento del compositor en 2013.


Wahnfried, fachada principal


Wahnfried, parte trasera

Bayreuth es una ciudad de la Francónia bávara, que cuenta en la actualidad con unos 73.000 habitantes y reune las características pretendidas por el compositor, un pequeño tamaño para que su festival fuese el gran centro de atracción de la cuidad y que los admiradores de su obra no contaran con demasiadas distracciones a la hora de encontrarse con su música. El sueño de cualquier wagneriano es poder asistir a dicho festival que tiene lugar desde el 25 de julio hasta finales de agosto. Pues por primera vez  y después de solicitar entradas durante 10 años consecutivos, lo que permite entrar en una lista de espera, pudimos asistir a la representación de tres óperas: Lohengrin, Parsifal y Tristán e Isolda, los dias 27, 28 y 29 de julio respectivamente, pertenecientes a la programación del Festival de Bayreuth de 2011.